Lo que hubiera sido impensable si hubiera sido propuesto directamente por los políticos se ha hecho realidad gracias a los precios por las nubes. En noviembre, según Financial Times, la demanda de gas natural en Europa fue un 24% inferior a la media de cinco años del mes.
Fue sobre todo la demanda industrial la que pagó el precio, mientras que los gobiernos y las empresas de utility pueden darse por satisfechos dado que será más fácil garantizar un suministro de gas suficiente para todo el invierno y, posiblemente, tener algo almacenado para empezar a almacenar para el invierno 2023/2024.
De 40% a menos del 9%. La dependencia de Europa del gas ruso está en picada
Según datos publicados por la Unión Europea (UE) en septiembre, la dependencia del gas de Rusia cayó de alrededor del 40% de los suministros de Ucrania antes de la guerra a menos del 9%. Es el sector manufacturero el que está impulsando la mayor parte de la reducción en el consumo de gas, un efecto enteramente debido a los precios insostenibles de la energía.
A pesar de la reducción del consumo, en gran parte por la destrucción de la demanda, el precio del gas en Europa volvió a subir la semana pasada tras varias semanas de calma (hoy 6 de diciembre el precio TFF es de 137 euros por MWh). Como habían pronosticado los expertos, con las primeras olas de auténtico frío a finales de noviembre y principios de diciembre, los precios del gas en Europa están subiendo. Además, la generación de energía eólica del norte de Europa ha sido menor de lo habitual y los suministros de energía nuclear de Francia se han reducido.
¿Quién podrá mantener la calefacción y las luces encendidas?
Por supuesto, en las próximas semanas veremos realmente qué países logran mantener las luces y calefacción encendidas.
Los malvados susurraban que también hubo la mano de Bruselas en el aumento desproporcionado de los precios del gas tras el inicio de la guerra en Ucrania, con el objetivo de reducir la dependencia del gas ruso sin obligar a todos los ciudadanos a recortar su consumo. Los precios altos habrían inducido suavemente a los consumidores europeos a consumir menos energía y reducir los ingresos por gas de Putin. Por más que parezca una tesis de la conspiración, como decía alguien que sabía de política, «a pensar mal de los demás se hace pecado, pero a menudo se adivina».
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