Que la hipocresía es uno de los peores rasgos de los europeos está escrito en los libros de historia. Pero que esta actitud siga caracterizándonos está a la vista de todo el mundo durante la jactanciosa conferencia climática de Glasgow (COP26).
Durante la conferencia, la presidenta de la Comisión de la UE, Ursula von der Leyen, relanzó la iniciativa para reducir el 30% de las emisiones de metano para 2030. En la misma ocasión, el gran responsable del clima de la UE, Frans Timmermans, declaró pomposamente «Es sobre aprender a vivir dentro de los confines del planeta”.
Colgando del hilo de los gasoductos rusos
Al mismo tiempo, cientos de millones de personas (los ciudadanos europeos) estamos colgando del hilo de algún gasoducto ruso para no morir de frío. Y los oleoductos rusos no nos traen energía verde, sino gas sucio, un combustible fósil que los políticos europeos definen como uno de los culpables del cambio climático.
Los miles de kilómetros de gasoductos de la tundra de Rusia a Europa son una de las mayores transferencias de combustibles fósiles en la Tierra, una transferencia de energía que produce emisiones para calentar el planeta en enormes dimensiones.
Para los no iniciados, un oleoducto que transporta gas, de vez en cuando, libera enormes nubes de metano sobrecalentado. Según Bloomberg, por ejemplo, un accidente el 4 de junio de este año obligó a los ingenieros rusos a cerrar el gasoducto (para evitar la explosión), liberando gas. El metano tiene un gran poder de calentamiento del planeta, mucho más que el dióxido de carbono, y en el caso de este accidente, se liberó la misma cantidad de calor que las emisiones de la quema de 350.000 barriles de petróleo.
La Europa verde, para calentarse, finge no ver el daño climático de las emisiones de metano
Las emisiones de metano producidas en Rusia son el costo que paga el clima del planeta para que una Europa verde use electricidad, calor y haga funcionar sus fábricas.
Durante décadas, Europa ha dependido del gas importado de Rusia para alimentar las redes eléctricas, hacer funcionar fábricas y calentar hogares. Una adicción que en los últimos meses está mostrando todos sus efectos negativos, con una escasez de gas que ha empujado los precios de la electricidad a niveles récord y obligado a algunas empresas a cerrar el negocio.
La dura realidad no es hermosa a la vista, pero sigue siendo una realidad
Para quienes aún no lo han entendido, al contrario de lo que propagan los políticos a los ciudadanos europeos, los malos del clima no son solo chinos y estadounidenses sino también europeos que, peor aún, también son hipócritas. El cambio climático es dramáticamente real y probablemente irreversible, pero lamentablemente la solución no es muy cara y las energías renovables son insuficientes. O reducimos drásticamente nuestro consumo de energía o necesitamos otras fuentes de energía en grandes cantidades. Por el momento, las únicas fuentes confiables y baratas que tenemos son solo dos: los combustibles fósiles y la nuclear.
Si los políticos europeos no dejan de contar historias a sus ciudadanos sobre el tema energético, difundiendo la fábula de que la energía verde nos salvará del daño del cambio climático, pronto nos encontraremos enfrentando problemas climáticos catastróficos sin siquiera intentar seriamente hacer algo al respecto evítalos.
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