De vagabundo a premio Nobel. La prodigiosa historia de Mario Capecchi

Un vagabundo de tan solo cuatro años y medio entre Bolzano y Verona, una de las mentes más brillantes en genética molecular, le debe mucho al país que lo recibió como migrante: los Estados Unidos de América.

A menudo sucede que la vida no comienza de la mejor manera. Sin embargo, si naces en vísperas de una guerra, en un país pobre y en una familia desfavorecida, tus posibilidades de mejorar las cosas son dramáticamente cercanas a cero.

El escenario en cuestión no es el de un país como Yemen o Siria de hoy, sino el de Italia en 1937. Fue entonces cuando nació Mario, hijo único de un aviador italiano y un artista estadounidense que vivían en Verona.

En plena calle a los cuatro años y medio

Cuando estalla la Segunda Guerra Mundial, su padre muere en acción en el frente africano (oficialmente desaparecido). En cambio, la madre fue arrestada por la Gestapo y enviada a un campo de concentración en Dachau, por haber publicado folletos antifascistas.

Mario está confiado a una familia campesina de Bolzano. Pero, en cuanto acabó el dinero que les había dado la madre para alimentar a su hijo, lo arrojan en medio de la calle.

Ser un vagabundo de cuatro años y medio y sin techo en las ciudades del norte de Italia es un ejemplo de lo atrozmente crueles que pueden ser la vida y los hombres. A nuestros ojos, casi puede parecer el guión de un drama conmovedor o la trama de una novela de Charles Dickens ambientada en el siglo equivocado.

Pero lo que le depara el futuro a Mario es bastante sorprendente. De hecho, pronto conocerá a Jim Watson, el descubridor de la doble hélice y el ADN (pero también conocerá a Albert Einstein) y se convertirá en uno de los genetistas moleculares más importantes del mundo, ganando el Premio Nobel de Medicina.

Pero volviendo a los años de la guerra, para el pequeño Mario el descenso a los infiernos aún no había terminado…

Vagué de una ciudad a otra durante cuatro años con otros niños sin hogar, tratando de comer lo que pueda, robando en granjas. Casi muerto de desnutrición y tifus, se encuentra en una cama de hospital en Reggio Emilia.

Así recuerda Mario Capecchi en una entrevista con Repubblica: “[Me recogió] alguien, un desconocido, un samaritano italiano. Me golpeó el tifus y habría muerto si los médicos de ese hospital no me hubieran atendido”.

Migrante a América

Allí lo encontró su madre, que llevaba un año buscándolo desesperadamente, en 1945. Con cuencos de café de achicoria y costras de pan lo recuperó y luego decidió embarcarse hacia Estados Unidoscomo tantos otros migrantes en busca de un futuro mejor.

La nueva vida de Mario en el extranjero comienza con la escuela primaria que, para un niño de la calle que apenas sabía leer italiano, era un desafío bastante exigente. Pero Mario tenía grandes habilidades que finalmente pudo demostrar: el bachillerato en Nueva York, el College en Antioch (Ohio) donde se graduó en química y física, Harvard y el encuentro con James Watson (otro premio Nobel), considerado el padre de la genética moderna. Y en 2007 llega también el Premio Nobel para Mario, para el descubrimiento de un método para crear ratones en el que se desactiva un gen específico (ratón knockout).

Hoy, Mario Ramberg Capecchi tiene 83 años y es profesor de genética y biología humana en la University of Utah School of Medicine (Estados Unidos).

Como dicen, la vida está llena de sorpresas. Pero lo realmente sorprendente es que la historia y la importancia de los descubrimientos de Mario Capecchi son casi desconocidas en Italia. Todo el mundo conoce a Chiara Ferragni y Flavio Briatore pero nadie conoce el último premio Nobel italiano.

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