El nuevo gran negocio americano: el suministro de gas licuado a Europa

El nuevo acuerdo entre Estados Unidos y la Unión Europea tiene como objetivo reducir la dependencia de Rusia. De hecho, reforzará la dependencia de los combustibles fósiles y tendrá consecuencias climáticas irreparables.

El destino energético europeo está a punto de decidirse en estos días. Este es el acuerdo por el que Estados Unidos aumentará el suministro de gas a Europa para evitar las importaciones rusas.

Estados Unidos suministrará este año 15.000 millones de metros cúbicos más de gas natural licuado (GNL) a la Unión Europea, aproximadamente una décima parte del gas que la UE importa de Rusia. El objetivo europeo es importar 50.000 millones de metros cúbicos de gas al año desde Estados Unidos y otros países.

Un gran negocio para la industria estadounidense de hidrocarburos

Este acuerdo tendrá enormes consecuencias, tanto desde el punto de vista geopolítico como económico y medioambiental. Sorprendentemente, a la opinión pública apenas le importa en absoluto, como si fuera un asunto de poca importancia.

En los últimos años, Estados Unidos se ha convertido en un exportador neto de energía, gracias al uso del fracking que le permite extraer enormes reservas de gas del subsuelo. Este gas se puede congelar en GNL (gas natural licuado), que se puede cargar en barcos y exportar a todo el mundo o, al menos, en todos aquellos países que dispongan de plantas de regasificación para devolverlo al estado gaseoso y canalizarlo en gasoductos, para luego distribuirlo.

Un gran negocio para la industria estadounidense de hidrocarburos, que está construyendo 16 nuevos regasificadores repartidos a lo largo de la costa del Golfo de México de los Estados Unidos. El nuevo acuerdo con la Unión Europea acelerará este proceso, que habría requerido mucho tiempo, sobre todo para obtener las autorizaciones necesarias por motivos medioambientales.

¿Directo al desastre climático?

Y aquí entra la otra variable del reposicionamiento energético europeo, la de la crisis climática. Según grupos ambientalistas, el intento de alejarse de las importaciones rusas de combustibles fósiles mediante la importación de GNL de los Estados Unidos podría conducir a un desastre climático.

La Agencia Internacional de Energía (AIE) dijo que si se construye nueva infraestructura de combustibles fósiles en todo el mundo, no será posible evitar el calentamiento global por debajo de 1,5 °C. Este es el punto más allá del cual los científicos dicen que habrá un aumento drástico de peligrosas olas de calor, inundaciones, sequías e incendios.

Según el Center for Biological Diversity’s Climate Law Institute (Estados Unidos), “impulsar nuevas instalaciones para exportar sustancias tóxicas y más décadas de gas metano es una sentencia de muerte para quienes están al frente de la emergencia climática y no resolverá la actual crisis europea”.

Cuando las elecciones energéticas chocan con el sentido común

Ciertamente, la idea de importar 50 mil millones de metros cúbicos al año de gas licuado proveniente del otro lado del océano y luego regasificarlo (construir nuevas plantas ad hoc) y distribuirlo (construir tantos gasoductos nuevos) es un insulto al buen sentido de cualquiera, expertos y no expertos.

Tal decisión parece tan irracional que plantea la duda de que los líderes políticos europeos estén totalmente desprevenidos, o peor aún, inconscientes, para poder gestionar la grave crisis energética que azotó a todo el continente mucho antes de la guerra entre Rusia y Ucrania.

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