La resiliencia de todos los países del mundo vuelve a ser puesta a dura prueba. A la ya compleja fragmentación de la economía global se suman problemas antiguos y nuevos: elevado endeudamiento, tasas de interés históricamente altas, tensiones geopolíticas persistentes, desigualdades crecientes (tanto entre países como dentro de ellos), problemas demográficos y, ahora, un proceso inédito de redefinición del sistema comercial internacional.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha revisado recientemente a la baja de forma significativa las previsiones de crecimiento del comercio mundial de bienes y servicios: solo un +1,7% en 2025 (con una reducción de 1,5 puntos porcentuales respecto a las estimaciones de enero y de 1,7 puntos respecto a las de octubre) y un +2,5% en 2026 (-0,8 p.p. respecto a enero y -0,9 p.p. respecto a octubre). El comercio de bienes será el más afectado, con una previsión de crecimiento de apenas el 1,4% en 2025.
Tensiones comerciales y fragmentación logística
La incertidumbre sobre aranceles y acuerdos comerciales supone un coste elevado tanto para las empresas como para los consumidores. Las compañías se ven obligadas a revisar sus cadenas de suministro, a menudo buscando proveedores alternativos o nuevos mercados de destino, incluso mediante “atajos arancelarios” a través de terceros países. Se intensifica la tendencia a localizar los procesos productivos, como en el caso de Joyson Electronics, que ha internalizado casi por completo su producción en China.
Este nuevo escenario se traduce en una desaceleración de las inversiones, en la relocalización de la producción y en la revisión de las estrategias financieras y de exportación. Por ejemplo, la japonesa Honda Motor está considerando trasladar plantas de Canadá y México a Estados Unidos para evitar nuevos aranceles promovidos por la administración estadounidense. Por su parte, la suiza Lindt & Sprüngli ha trasladado parte de su producción de EE. UU. a Europa para sortear los aranceles contra Canadá. Finalmente, la estadounidense Steve Madden planea reducir en un 40–45% su dependencia de los suministros chinos en el plazo de un año.
Un crecimiento débil, alimentado por inflación y proteccionismo
Los nuevos obstáculos comerciales están frenando el crecimiento económico global. La inflación, aunque se desacelera, lo hará más lentamente de lo previsto. Para los países emergentes, las estimaciones han mejorado ligeramente (5,1% en 2025 y 4,2% en 2026), mientras que para los desarrollados empeoran (2,4% en 2025 y 2,1% en 2026), debido a los mayores costes de producción y a las políticas arancelarias extraordinarias.
Se estima que el crecimiento económico en las economías avanzadas será del 1,4% en 2025, una caída de 0,5 puntos porcentuales respecto a enero y de 0,4 puntos respecto a octubre. Pesan las altas tasas (especialmente en EE. UU. y el Reino Unido), las dificultades de la eurozona y una inflación persistentemente por encima de los target. En Alemania se prevé un crecimiento nulo, debido a la caída de la industria manufacturera, afectada por el elevado coste de la energía, la reducción de la demanda china, la deslocalización y los aranceles.
Para los países en desarrollo, la situación no es mucho mejor: se espera un crecimiento del 3,7%, también a la baja respecto a las previsiones anteriores. China e India son responsables clave de esta desaceleración: se espera que Pekín crezca un 4,0% en 2025 (frente al 4,6% anterior) y Nueva Delhi pase del 6,5% al 6,2%. Destaca como excepción Rusia, cuyas perspectivas se han revisado ligeramente al alza (+0,2 p.p.), gracias a una resistencia económica superior a la esperada entre 2022 y 2024. A futuro, una posible mejora en las relaciones EE. UU.–Rusia y un alivio de las sanciones podrían impulsar aún más el crecimiento del país.
La amenaza de la desintegración y el regreso de la regionalización
En general, el FMI ha revisado a la baja el crecimiento de la economía mundial al 2,8% para este año, con una reducción de 0,5 puntos porcentuales respecto a las estimaciones de enero y de 0,3 puntos respecto a octubre. Pesan las tensiones comerciales, el creciente peso de las decisiones políticas sobre la economía y la inestabilidad de los mercados financieros.
El mayor riesgo es que la erosión progresiva de la cooperación internacional frene el desarrollo de una economía global sostenible. Crece el impulso hacia la regionalización y el “friendshoring”, es decir, la tendencia a comerciar solo con países aliados. En este contexto se enmarca la reciente misión diplomática del presidente chino Xi Jinping en el sudeste asiático, con el objetivo de reforzar el papel de China como socio comercial estable.
Demografía y migraciones: el futuro se vuelve gris
Otro tema clave identificado por el FMI es el cambio demográfico. El envejecimiento de la población y el descenso de la natalidad están rediseñando el equilibrio demográfico global, impulsando la llamada “silver economy”, en la que los over 65 años participan cada vez más en el mundo laboral.
La tasa de crecimiento de la población mundial, que era del 1,1% anual antes de la pandemia, se encamina hacia el cero antes de fin de siglo. La edad media mundial pasará de los 33 años actuales a 38 en 2050 y a 43 en 2100. Es probable, por tanto, un aumento progresivo de la edad de jubilación y una mayor participación económica de los trabajadores de más edad. También las políticas migratorias adquirirán cada vez más centralidad en los debates nacionales.
El FMI, sin mencionar explícitamente a Estados Unidos, deja entrever que muchas de las tensiones globales actuales —desde los aranceles hasta la deuda, desde la migración hasta la volatilidad financiera— tienen su origen allí. Un pasaje del informe es elocuente: “La tensión comercial es como el agua hirviendo en una olla: ha estado burbujeando durante mucho tiempo y ahora se está desbordando.”
Una señal clara de que, en un mundo cada vez más dividido, incluso los mecanismos más consolidados de la cooperación global están comenzando a resquebrajarse.
METALLIRARI.COM © ALL RIGHTS RESERVED