El secreto luminoso de las rocas: viaje a la fluorescencia

Algunos minerales esconden una sorprendente propiedad: la fluorescencia. Cuando se exponen a la luz ultravioleta, emiten destellos de colores inesperados gracias a impurezas químicas o defectos en su estructura cristalina.

Todos los minerales reflejan la luz, por eso pueden verse fácilmente a simple vista. Pero algunos tienen una característica aún más fascinante: la fluorescencia. Es un fenómeno físico en el que el mineral, al ser golpeado por una longitud de onda específica (como los rayos UV), absorbe una pequeña cantidad de energía y la libera de inmediato en forma de luz visible, a menudo de un color diferente al original.

Esta transformación cromática resulta aún más sorprendente en la oscuridad, cuando los rayos UV —invisibles al ojo humano— hacen que los minerales brillen con colores intensos e inesperados.

¿Qué ocurre dentro de un mineral fluorescente?

Cuando un mineral fluoresce, se produce un pequeño salto energético: los electrones en su interior se excitan y suben a un nivel energético superior. Después de una fracción de segundo, vuelven a su estado original y liberan energía en forma de luz. Es esa liberación la que genera el característico resplandor.

La fluorescencia no es común. Solo alrededor del 15% de los minerales presenta este comportamiento y, aun así, no todos los ejemplares lo muestran. El efecto depende de la presencia de activadores: impurezas químicas como el tungsteno, el manganeso o las tierras raras, que favorecen la reacción. Por el contrario, elementos como el hierro o el cobre pueden inhibirla por completo.

No toda luz ultravioleta es igual


Para observar la fluorescencia correctamente, se necesitan lámparas UV específicas, muy distintas de las típicas blacklight de fiesta. Las más efectivas para minerales emiten luz de onda corta (shortwave), entre 100 y 280 nanómetros. Las lámparas profesionales incluyen filtros que bloquean la luz visible y suelen ser costosas. Además, es fundamental usar gafas de protección: la luz UV puede causar graves daños en los ojos y la piel.

Fue precisamente estudiando uno de estos minerales, la fluorita, que en 1852 el científico George Gabriel Stokes acuñó el término «fluorescencia«. Este mineral puede brillar en azul, crema o blanco bajo rayos UV, gracias a la presencia de elementos como el itrio o el europio. Algunos ejemplares incluso cambian de color al pasar de la luz solar directa a la sombra.

Geodas fluorescentes y misterios geológicos

Entre los minerales más espectaculares están las geodas fluorescentes, como las encontradas en Dugway, Utah (EE.UU.). Formadas hace millones de años dentro de burbujas volcánicas, fueron luego transportadas por un lago glaciar hasta su ubicación actual. Algunas contienen calcedonia que brilla en verde lima bajo rayos UV debido a trazas de uranio.

Más allá de su belleza, la fluorescencia tiene aplicaciones concretas. Los geólogos la usan para identificar minerales como la scheelita (fuente de tungsteno) durante la prospección minera. En el sector petrolero, ayuda a detectar trazas de crudo en muestras de roca. Incluso en joyería, algunas gemas (como diamantes y rubíes) se reconocen o localizan gracias a su brillo UV.

La fluorescencia es solo una de las formas de luminiscencia observables en los minerales. Algunos muestran fosforescencia, brillando incluso después de retirar la fuente de luz. Otros emiten luz al ser calentados (termoluminiscencia) o golpeados (triboluminiscencia), como ocurre con el cuarzo o la calcita.

Para los aficionados, coleccionar minerales fluorescentes es una pasión que une ciencia y asombro visual. Existen colecciones educativas, libros ilustrados y lámparas UV de bolsillo para explorar este universo luminoso que sigue fascinando a niños, estudiantes y científicos.

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