No metales raros, no misiles… cómo la crisis de la cadena de suministro impacta en la Defensa

Mientras China refuerza su control sobre los recursos clave para el procesamiento de minerales esenciales para el sistema militar, la OTAN, Estados Unidos y sus aliados se apresuran a asegurar suministros alternativos.

En el panorama cada vez más complejo de los conflictos globales, la superioridad militar no depende solo de armas avanzadas y tecnologías sofisticadas. En la base de todo están los minerales raros: recursos indispensables para la producción de jet de combate, sistemas de radar, misiles y drones.

En diciembre de 2024, la OTAN publicó una lista de 12 materias primas consideradas esenciales para la defensa: aluminio, berilio, cobalto, galio, germanio, grafito, litio, manganeso, platino, tierras raras, titanio y tungsteno. ¿El problema? Para muchos de estos materiales, China controla entre el 60% y el 90% de la capacidad mundial de refinación.

Las recientes restricciones chinas a la exportación de galio y germanio, fundamentales para la electrónica militar, han puesto en evidencia una nueva guerra de recursos. Un conflicto silencioso pero determinante, agravado por la guerra en Ucrania, que ha evidenciado la vulnerabilidad de las cadenas de suministro occidentales.

Tungsteno: el metal bélico por excelencia


Entre los minerales listados por la OTAN, el tungsteno destaca por su importancia estratégica. Un informe de septiembre de 2024 de la Government Accountability Office (GAO) de Estados Unidos confirmó que el tungsteno es crucial para las municiones perforantes y los sistemas de misiles.

Como dijo el CEO de Almonty Industries (empresa minera canadiense), «si quieres lanzar algo especialmente desagradable desde un dron para destruir un vehículo, necesitas tungsteno«.

La dependencia en este sector es extrema: China controla aproximadamente el 85% del suministro mundial. Estados Unidos, aunque lo considera un material crítico, no tiene una producción interna significativa. Las principales importaciones provienen de China (27%), Alemania (14%), Bolivia (8%) y Vietnam (8%).

La situación podría ser una bomba de tiempo. Hasta ahora el tungsteno no se ha politizado, pero parece que la estrategia de China es precisamente dejar sin suministro a los consumidores occidentales.

Galio: el engranaje silencioso de la electrónica militar


Si el tungsteno representa la fuerza bruta, el galio es el cerebro. Utilizado en radar avanzados, sistemas de guía de misiles y guerra electrónica, es un elemento insustituible.

En 2024, China impuso restricciones a las exportaciones de galio, causando graves problemas a los fabricantes militares occidentales. Con más del 98% de la producción mundial en manos de Pekín, la dependencia es total.

Según el US Critical Materials (USGS), hay concentraciones prometedoras de galio en Montana (Estados Unidos), pero construir una cadena de suministro alternativa llevará años. Mientras tanto, los sistemas de radar y las tecnologías de defensa de nueva generación siguen en riesgo.

Situación similar ocurre con los minerales críticos ucranianos, en el centro de un posible acuerdo entre Estados Unidos y Ucrania. De hecho, el desarrollo de las minas ucranianas, en un territorio aún devastado por la guerra, requerirá mucho tiempo e infraestructuras complejas. Según GlobalData, es poco probable que un acuerdo entre Washington y Kiev garantice en poco tiempo un suministro estable de minerales para sostener las necesidades de defensa y la transición energética.

La guerra en los próximos años será subterránea


Para responder a estas amenazas, los aliados de la OTAN están intentando reforzar sus cadenas de suministro. El 21 de marzo, Trump firmó una orden ejecutiva invocando la  Defense Production Act para potenciar la producción interna de minerales críticos. La ley permite al Departamento de Defensa acelerar permisos e identificar yacimientos estratégicos en terrenos federales.

Mientras tanto, DARPA (Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa) ha lanzado proyectos como Open Price Exploration, que utilizan inteligencia artificial para mapear la oferta y la demanda globales.

A pesar de los esfuerzos, el camino hacia la independencia aún es largo. La dependencia de los suministros chinos es profunda y sistémica. La defensa occidental, hoy más que nunca, necesita de la industria minera. La verdadera batalla se libra bajo tierra, entre yacimientos remotos y cadenas de suministro globales, en un mundo donde el poder militar depende de la disponibilidad de minerales raros.

El resultado de esta nueva carrera por los recursos determinará el equilibrio geopolítico de las próximas décadas. Y la pregunta sigue abierta: ¿logrará Occidente conquistar su autonomía minera antes de que China refuerce aún más su hegemonía?

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