La peor mutación de COVID-19: variante B (como burocracia)

¿Hace más daño el coronavirus o la nueva ola de burocracia, con sus obstáculos para obtener certificados y documentos inútiles?

El dramático número de víctimas de la pandemia que ha asolado al mundo está ahí para que todos lo vean: 4.171.445 muertes y 194.785.032 casos (datos de Johns Hopkins University & Medicine del 27 de julio).

Dolor, sufrimiento y tragedia que han afectado a personas de todo el planeta, que se vieron enfrentadas a dificultades económicas y de salud inimaginables antes de 2020. Pero en tiempos difíciles, los seres humanos tienen la capacidad de sacar a relucir sus mejores cualidades, incluida la solidaridad que, de alguna manera, logra aliviar el sufrimiento de muchos.

Una entidad que no tiene nada de humano

Lamentablemente, la burocracia no es un ser humano y ni siquiera es humana. Tanto es así que, incluso en momentos difíciles y dramáticos como los de una pandemia, hace todo lo posible para complicar la vida de toda la población. Certificados, permisos, normativas que cambian día a día, trámites complicados e incomprensibles llegan justo a tiempo para sumar sufrimiento al sufrimiento.

No es solo un problema español, sino un virus (el de la pandemia burocrática) que se ha extendido por todo el planeta, con diferente virulencia según el país, pero con dramáticas consecuencias en todas partes.

Cientos, si no miles, de nuevos certificados que los burócratas inventaron de la noche a la mañana con el buen propósito de acabar con el COVID-19. En realidad, con el papel, los virus no están contenidos, pero solo las personas que ya han sido probadas por la pandemia están bajo presión. En otras palabras, varios certificados y atestaciones no son una imagen de la realidad de la salud de un individuo, sino que, de hecho, son solo trozos de papel.

¿Algunos ejemplos? Los certificados de vacunación o certificados de falsa negatividad que circulan cada vez más, ciertamente no constituyen protección para la salud de nadie. Pero incluso los certificados que la autoridad burocrática de un país no reconoce por razones políticas margina a muchas personas que en realidad están sanas o vacunadas.

Vacunado contra el virus, pero indefenso frente a la burocracia

Quien arroja flechas a quienes no tienen el green-pass (o cualquier otro certificado de este tipo) desconoce totalmente que este tipo de certificados no significan nada desde el punto de vista de la salud. Son solo un papel virtual que la burocracia, en su infinita ineficiencia e incapacidad, a veces libera y a veces niega, independientemente del estado de salud de la persona.

Los españoles que viven en países extraeuropeos, vacunados, certificados y tan sanos como los peces, saben algo de esto, y cuando llegan a España (pero también al resto de Europa) descubren que para nuestra burocracia son irreductibles no-vax y que sus certificados de vacunación no son válidos. Por otro lado, si quieren un buen certificado español, la solución es simple: rehacer las vacunas en España. ¿Qué será… la tercera, cuarta o quinta dosis en unos pocos meses ciertamente no matará a nadie! Naturalmente, cuando regresen al país donde viven, los certificados de vacunación españoles podrán tirarlos a la basura.

Pero podríamos hacer cientos de estos ejemplos y cualquiera que los haya experimentado en su propia piel en los últimos meses. Es fácil comprender cómo la burocracia está poniendo a prueba la paciencia de las personas. La pandemia mata, mientras que la burocracia cava la tumba.

No es difícil imaginar que, a este ritmo, si la burocracia no da muchos pasos hacia atrás, la población explotará. Entonces, COVID-19 continuará causando daños en todo el mundo pero, al menos, la variante B (como burocracia) desaparecerá de la faz de la Tierra.

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