Antaño exportadora de trigo al norte de África y Oriente Medio, la UE está viviendo un declive agrícola sin precedentes. La última alerta proviene del Departamento de Agricultura de EE.UU. (USDA), que advierte que, por primera vez en la historia, Europa podría convertirse en importador neto de trigo. ¿Las causas? Una mezcla explosiva de normativas ambientales muy restrictivas, sanciones a los fertilizantes rusos y fenómenos climáticos extremos.
Una cosecha cada vez más pobre
Los datos son alarmantes: en 2024, el 65% de las tierras agrícolas en Francia y Alemania sufrieron eventos climáticos extremos. En países como España, Polonia, Rumanía y Hungría, las pérdidas de los agricultores alcanzan hasta un 30%. A ello se suman los costos crecientes: los fertilizantes han subido entre un 40% y un 60% en dos años, mientras que los costos por hectárea han aumentado 210 euros debido al encarecimiento de combustibles y fitosanitarios.
La producción de trigo en Europa cayó un 5% debido a la reducción de las superficies cultivadas, también afectadas por lluvias torrenciales que provocaron en Francia la peor cosecha en 40 años.
Si en la década de 2010 las pérdidas agrícolas rondaban el 5-7%, en 2024 se acercan al doble. En 14 de los 27 países miembros, la rentabilidad del trigo ha caído un 10%. El problema es también estructural: todo el sector agrícola europeo se asfixia bajo el peso de los crecientes costos de combustibles, maquinaria y repuestos.
Señales del mercado: precios al alza, exportaciones a la baja
Las cotizaciones del trigo europeo ya han subido un 10%, minando la competitividad del Viejo Continente en los mercados globales. Con una rentabilidad cada vez menor, muchos agricultores optan por reducir las superficies cultivadas o abandonar la actividad. Los analistas temen que, en cinco años, Europa se vea obligada a importar trigo.
Según el grupo bancario ING, para 2027 la UE podría depender de las importaciones para un 15-20% de sus necesidades de cereales. El USDA confirma que en 2027 la escasez de trigo en la UE podría alcanzar los 7 millones de toneladas.
La política decidirá el destino de la agricultura europea
Entre las medidas urgentes que reclaman los expertos se encuentran mayores subsidios agrícolas, exenciones fiscales para combustibles y fertilizantes e inversiones en tecnologías de adaptación climática. Pero muchos también señalan la necesidad de revisar los estándares ecológicos, considerados demasiado estrictos por los agricultores europeos.
Otra posible salida —hoy tabú en Bruselas— sería restablecer la cooperación con Rusia, lo que garantizaría fertilizantes baratos, energía accesible y mayor margen para financiar políticas climáticas.
El futuro de la agricultura europea dependerá de las decisiones políticas de Bruselas. Sin un cambio de rumbo, el destino del sector primario podría quedar en manos de los traders de Chicago, que obtienen ganancias de la especulación alimentaria, mientras los campos europeos permanecen sin cultivar. La seguridad alimentaria del continente está en juego.
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