Cuando se piensa en los países más ricos del mundo, la imaginación suele dirigirse a las grandes potencias económicas. Sin embargo, sorprendentemente, muchos de los Estados con el ingreso per cápita más alto son también de los más pequeños. Micro-naciones como Luxemburgo, San Marino, Malta o Singapur han sabido transformar sus dimensiones reducidas en una ventaja, desarrollando sectores financieros sofisticados, regímenes fiscales atractivos y una capacidad extraordinaria de atraer capitales y talentos de todo el mundo.
Otros países han apostado por los recursos naturales: Catar, Brunéi y los Emiratos Árabes Unidos se sostienen en gran parte sobre sus inmensas reservas de hidrocarburos. En Macao, en cambio, el lujo y los casinos han convertido al turismo en la principal fuente de riqueza, a pesar de los años difíciles de la pandemia.
El concepto de riqueza: no solo PIB
Medir la riqueza de una nación no es sencillo. El Producto Interno Bruto (PIB) cuenta solo una parte de la historia. Para tener un panorama más realista, los economistas prefieren mirar al PIB per cápita ajustado por paridad de poder adquisitivo (PPA). Este parámetro, que tiene en cuenta los precios locales y la inflación, permite comparaciones más precisas entre distintos países.
Sin embargo, no hay que olvidar que se trata de promedios y por lo tanto un alto ingreso per cápita no significa automáticamente bienestar generalizado. Dentro de cada nación, profundas desigualdades pueden separar a los riquísimos del resto de la población.
Pandemia, guerras y nuevas desigualdades
El Covid-19 puso en evidencia estas contradicciones. Los países más ricos tuvieron recursos para afrontar la emergencia sanitaria, pero no todos los ciudadanos se beneficiaron de esas protecciones. Quien podía trabajar a distancia siguió percibiendo ingresos y seguridad, mientras que los trabajadores menos calificados, obligados a desplazarse o afectados por el cierre de los sectores donde trabajaban, se encontraron más vulnerables.
Superada la emergencia sanitaria, nuevos choques agravaron las desigualdades: la guerra en Ucrania, la crisis energética y alimentaria, hasta el conflicto entre Israel y Hamás. La inflación golpeó con especial dureza a las familias de bajos ingresos, obligadas a destinar gran parte de su salario a bienes esenciales como alimentos, vivienda y transporte.
Ricos contra pobres: la brecha global
Según el Fondo Monetario Internacional, en los diez países más pobres del planeta el ingreso medio per cápita en términos de poder adquisitivo es de apenas 1.600 dólares. En los diez más ricos supera los 118.000. Una brecha enorme, que corre el riesgo de ampliarse aún más.
Cabe añadir que las cifras deben interpretarse con cautela, ya que muchas naciones en la cima del ranking son verdaderos paraísos fiscales. Esto significa que parte de la riqueza registrada en sus balances proviene del extranjero y no se traduce necesariamente en un beneficio real para los ciudadanos. El problema es tan relevante que, en 2021, más de 130 países firmaron un acuerdo para introducir un impuesto mínimo global del 15% sobre los beneficios de las multinacionales. Una medida que, sin embargo, aún encuentra muchas resistencias políticas y corre el riesgo de quedar en el papel.
Aquí está el ranking de los 10 países más ricos del mundo según el PIB per cápita a paridad de poder adquisitivo (fuente: International Monetary Fund, World Economic Outlook abril 2025).

El top ten de los países más ricos de 2025
Singapur – 156.755 dólares
Luxemburgo – 152.915 dólares
Macao – 134.041 dólares
Irlanda – 133.999 dólares
Catar – 121.605 dólares
Noruega – 107.891 dólares
Suiza – 97.581 dólares
Brunéi – 95.758 dólares
Guyana – 94.258 dólares
Se trata de países muy diferentes entre sí: ciudades-Estado financieras, monarquías petroleras, economías europeas avanzadas e incluso una recién llegada, Guyana, transformada por el descubrimiento de enormes yacimientos petrolíferos.
El dato que emerge es bastante claro. La riqueza global está fuertemente concentrada y no siempre distribuida de manera equitativa. Mientras algunos ciudadanos viven con estándares altísimos, otros, incluso en las naciones más prósperas, tienen dificultades para llegar a fin de mes. El desafío para los próximos años no será solo mantener el crecimiento, sino también reducir las fracturas sociales que, detrás de las estadísticas brillantes, siguen siendo profundas.
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