Acero: reducir la corrosión para frenar el cambio climático

La sustitución de metal corroído es un grave problema medioambiental. Un estudio reciente cuantificó cuánto nos cuesta en términos de emisiones.

Cada vez hay más acero en el mundo y, en consecuencia, el talón de Aquiles de este metal se ha convertido en un problema global, incluso en lo que respecta al cambio climático.

De hecho, el acero es extremadamente fuerte desde el punto de vista mecánico pero extremadamente vulnerable a la corrosión metálica, una reacción electroquímica que ocurre cuando los metales se oxidan y comienzan a oxidarse. Parte de la creciente producción mundial de acero está destinada a reemplazar el acero usado que se ha corroído con el tiempo, como en edificios o automóviles.

Por supuesto, reducir la cantidad de acero que debe reemplazarse debido a la corrosión podría tener efectos medibles en la cantidad de gases de efecto invernadero emitidos durante la fabricación.

La corrosión está empeorando las emisiones globales de carbono

El problema es extremadamente insidioso y ha llevado a investigadores de la Ohio State University (Estados Unidos) a estimar en qué medida la corrosión está empeorando gradualmente las emisiones globales de carbono. Esta no es la primera vez que se estudia este problema y estudios anteriores han estimado el costo económico de la corrosión en alrededor del 3-4% del producto interno bruto de un país. Pero este nuevo trabajo de investigadores estadounidenses es el primero en cuantificar el impacto ambiental asociado con la corrosión del acero.

La producción de carbón, hierro y acero es uno de los mayores emisores de gases de efecto invernadero. Además, la mayor parte de los costos de una acería provienen de la energía que se necesita para crear el metal, y esa energía se pierde cuando el acero vuelve a oxidarse, que es similar a su forma original de mineral de hierro.

Reemplazar el acero corroído nos cuesta del 1,6% al 3,4% de las emisiones

En este nuevo estudio, los investigadores encontraron que en 2021, la producción de acero representó el 27% de las emisiones de carbono del sector manufacturero global y alrededor del 10,5% de las emisiones globales totales de carbono. En todo el mundo, la sustitución del acero corroído representó entre el 1,6 y el 3,4% de las emisiones.

Afortunadamente, gracias a las regulaciones impuestas a la industria siderúrgica, los avances tecnológicos en el proceso de fabricación del acero han llevado a una reducción del 61% en el consumo de energía en los últimos 50 años.

Sin embargo, si no se toman nuevas medidas para mejorar la huella de carbono del acero, las emisiones de gases de efecto invernadero de la industria siderúrgica podrían alcanzar alrededor del 27,5% de las emisiones totales de carbono del mundo para 2030, y el acero corroído representará alrededor del 4-9% de este porcentaje.

En ese caso, las metas establecidas por el acuerdo de París para limitar el calentamiento global a 1,5 grados Celsius se volverían inalcanzables. Si no somos capaces de limitar el calentamiento global, las consecuencias para el clima de la tierra serán desastrosas.

El estudio en cuestión se publicó recientemente en la revista npj Materials Degradation (Nature).

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