Medir la esperanza de vida no significa únicamente saber hasta qué edad, en promedio, se vive en un país determinado. Este indicador encierra una síntesis del nivel de salud, de los standard de vida y de las condiciones socioeconómicas de una población. El acceso a la atención médica, la calidad de la alimentación, la higiene, la seguridad y la estabilidad política son solo algunas de las variables que pueden mover el promedio hacia arriba o hacia abajo.
Según los últimos datos de 2025 (referidos a 2023) del United Nations Development Programme, la brecha entre los países más longevos y los de menor esperanza de vida sigue siendo abismal: más de 33 años de diferencia.
Los líderes de la longevidad
El record mundial pertenece al Principado de Mónaco, donde la vida media alcanza los 87,01 años. Un registro que se explica por un sistema sanitario de excelencia, un estilo de vida acomodado y un entorno poco contaminado. Le siguen de cerca Hong Kong (85,83 años) y Macao (85,51 años), ambas con servicios sanitarios avanzados y alta calidad de vida.
Japón, ya conocido por su alta concentración de centenarios, ocupa el cuarto lugar con 84,95 años, por delante de Liechtenstein, Suiza, Singapur e Italia, que con 84,20 años es la única gran nación europea en el top ten. También la diminuta Ciudad del Vaticano (84,16) y Corea del Sur (84,14) figuran entre los diez países más longevos.
Las naciones más frágiles
En el extremo opuesto se encuentra Chad, con una esperanza de vida de apenas 53,68 años. Guerras, pobreza y falta de infraestructuras sanitarias dificultan superar la barrera de los 60 años en muchas zonas del África subsahariana.
Nigeria (53,87 años), Lesoto (54,91), República Centroafricana (55,48) y Sudán del Sur (56,51) comparten el mismo escenario de inestabilidad y malnutrición. También Somalia, Esuatini, Namibia, Guinea y Malí completan una lista en la que los factores determinantes siguen siendo el acceso limitado a la atención médica, la inseguridad alimentaria y la alta incidencia de enfermedades infecciosas.
El caso de Estados Unidos
Sorprende ver que una superpotencia como Estados Unidos, pese a tener un PIB entre los más altos del mundo, ocupe solo el puesto 58 con 79,74 años de vida media. Un dato que refleja problemas internos como el alto coste de la atención médica, la elevada tasa de obesidad y las desigualdades económicas.
La esperanza de vida no es solo una fotografía del presente, sino también una herramienta para medir la eficacia de las políticas públicas y de las estrategias de prevención. Reducir la brecha entre los países más ricos y los más pobres significa actuar sobre salud, educación y desarrollo económico. El desafío está abierto y concierne a todos: un mundo más longevo es posible, pero requiere decisiones precisas y cooperación internacional.

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