En el corazón de Japón, en la prisión femenina de Tochigi (la más grande del país), la mayoría de las reclusas son ancianas. Más que una cárcel, parece un hogar de retiro.
En un país con una de las esperanzas de vida más largas del mundo y una de las tasas de natalidad más bajas, las cárceles se están llenando de reclusos de cabello blanco.
Mejor tras las rejas que libres pero en soledad
Sin embargo, no es un fenómeno que se pueda clasificar simplemente como criminalidad, ya que es una tendencia social creciente en un país que envejece rápidamente y donde la red de apoyo social se está desmoronando. Por ello, muchas mujeres ancianas prefieren la vida tras las rejas a la soledad del mundo exterior. La cárcel se ha convertido en un refugio más que en un castigo, un lugar donde no tienen que preocuparse por conseguir comida cada día.
Según una entrevista recogida por CNN con un funcionario penitenciario japonés, hay incluso personas que pagarían cientos de dólares (si pudieran) para vivir en la cárcel para siempre. Los reclusos reciben comidas regulares, atención médica y asistencia para personas mayores, además de la compañía que les falta fuera.
Hay quienes se dejan arrestar para no sufrir frío o hambre. Además, dentro de la cárcel, quienes enferman pueden recibir atención médica gratuita, mientras que en libertad tendrían que costearla ellos mismos.
Crímenes por supervivencia
Más del 80% de las mujeres ancianas encarceladas en Japón son culpables de pequeños robos, a menudo motivados por la necesidad. Algunas personas cometen delitos deliberadamente para volver a prisión. Naturalmente, la pobreza juega un papel crucial, aunque el aislamiento social es igual de devastador. Cuando la soledad se convierte en desesperación, la cárcel se convierte en una vía de escape.
Una de las consecuencias de todo esto es que las instalaciones penitenciarias se están adaptando, transformándose en algo similar a hogares de retiro, mientras las autoridades japonesas buscan soluciones que no llegan y las cárceles siguen llenándose de ancianos.
En un país con una de las poblaciones más longevas del mundo y con lazos sociales cada vez más débiles, la cárcel sigue siendo el único refugio para muchas mujeres. Pero, ¿por cuánto tiempo más podrá ser esta la solución?
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