El cobre, definido por Naciones Unidas como la “nueva materia prima estratégica”, está en el centro de la transición global hacia la energía limpia. Sin embargo, mientras el mundo acelera la reducción de emisiones y el abandono de los combustibles fósiles, surgen graves preocupaciones por los daños ambientales y las violaciones de derechos humanos vinculados a su extracción.
Según el último Global Trade Update de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), la demanda global de cobre crecerá más del 40% para 2040, impulsada por la producción de vehículos eléctricos, turbinas eólicas y paneles solares. Para satisfacer esta demanda será necesario abrir al menos 80 nuevas minas e invertir más de 250.000 millones de dólares antes de 2030. Sin estos recursos, advierte la UNCTAD, la transición energética podría estancarse.
“El cobre ya no es solo una mercancía: es un activo estratégico,” declaró Luz María de la Mora, directora de la División de Comercio Internacional de la UNCTAD. “El mercado del cobre refleja las asimetrías de poder que aún dominan el comercio global. Por eso, se necesitan inversiones en procesamiento local, reciclaje y eliminación de barreras comerciales.”
Violencia y abusos vinculados a la extracción de cobre
Pero el auge de la demanda global revela una realidad incómoda: la revolución de la energía limpia podría basarse en fundamentos insostenibles e injustos.
Un informe del Business and Human Rights Resource Centre (BHRRC) identificó al cobre como el mineral de transición más problemático, asociado a 513 denuncias de violaciones de derechos humanos de un total de 835 casos relacionados con ocho minerales críticos entre 2010 y 2024.
El cobre, por sí solo, fue responsable de más del 60% de los abusos documentados, incluyendo agresiones a defensores ambientales, desplazamientos forzados, contaminación y violaciones a los derechos de pueblos indígenas. Solo en 2024 representó más de la mitad de las 156 denuncias registradas por el Transition Minerals Tracker.
Caroline Avan, responsable de transición justa en el BHRRC, comentó: “La urgencia de la transición energética no puede justificar una carrera desenfrenada por los minerales.”
Impacto ambiental y conflictos locale
También el medio ambiente paga un precio altísimo. Más de la mitad de las minas de cobre ubicadas en zonas de alto estrés hídrico dañan los recursos hídricos locales, afectando su calidad y acceso.
En Zambia, uno de los mayores productores del mundo, cuatro empresas —incluida Sino-Metals Leach Zambia— fueron acusadas de contaminar la cuenca del río Kafue. En febrero, el colapso de una represa de relaves provocó el derrame de residuos ácidos que mataron peces, ganado y cultivos. El incidente obligó al cierre del acueducto municipal de Kitwe, devastando las economías locales.
Entre 2010 y 2024, Perú, Chile y la República Democrática del Congo —países que concentran la mayoría de las reservas mundiales de cobre— concentraron el 35% de las denuncias globales, destacando cómo la minería del cobre suele ir acompañada de tensiones sociales y ambientales.
Derechos indígenas y empresas irresponsables
El BHRRC señaló que el 77% de las denuncias relacionadas con el cobre involucran violaciones de los derechos de los pueblos indígenas, especialmente la falta de respeto al derecho al consentimiento libre, previo e informado. Esto ha generado fuertes movimientos de resistencia por parte de comunidades locales, a menudo excluidas de los procesos de decisión pero obligadas a sufrir sus consecuencias.
A pesar del aumento de las denuncias, menos de la mitad de las minas implicadas cuenta con políticas empresariales sobre derechos humanos. Desde 2010, solo 20 empresas estuvieron vinculadas al 60% de las acusaciones, destacando en 2024 China Minmetals, Georgian American Alloys y Grupo México.
El informe también destaca 157 ataques a defensores de derechos humanos y del medio ambiente, equivalentes a uno de cada cinco de todos los casos denunciados, subrayando el clima de peligro que rodea la oposición a la industria extractiva.
Una elección crucial para el futuro
Con gobiernos e industrias decididos a apostar por la electrificación para alcanzar los objetivos climáticos, la demanda de cobre seguirá creciendo. Sin embargo, sin un compromiso paralelo con la justicia, la transparencia y la sostenibilidad, la carrera hacia la neutralidad de carbono podría dejar una estela de desigualdades y devastación.
“La extracción indiscriminada de minerales, sin reducir la demanda energética ni replantear los modelos de consumo en los países ricos, no resolverá la crisis climática,” advirtió Annabella Rosemberg, de Climate Action Network (CAN). “Solo servirá para profundizar las desigualdades y la inseguridad.”
Hoy el mundo se encuentra en una encrucijada: perseguir una transición energética realmente justa o continuar por un camino insostenible que sacrifica comunidades y medio ambiente en nombre de un futuro verde solo en apariencia.
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