El sector siderúrgico de la Unión Europea (UE) registró una leve recuperación en 2024, con una producción de 129,5 millones de toneladas de acero, lo que representa un aumento del 2,5% en comparación con los 126,3 millones de toneladas de 2023. Sin embargo, estas cifras siguen estando muy por debajo del promedio del período 2018-2022, cuando la producción anual se situaba en 149,48 millones de toneladas.
Capacidad productiva infrautilizada
A pesar de la mejora general, impulsada por la estabilización de los precios energéticos y el aumento de la demanda en sectores clave, los principales países productores (Alemania, Italia, España y Francia) continúan operando con una tasa de utilización de las plantas inferior al 75%, lo que refleja problemas estructurales persistentes.
La implementación del Mecanismo de Ajuste en Frontera por Carbono (CBAM) es una de las principales preocupaciones para los productores europeos. EUROFER, la asociación europea del acero, destaca la urgencia de perfeccionar y aplicar adecuadamente este mecanismo para evitar impactos negativos en la competitividad del sector. Además, las estrictas normativas sobre emisiones de gases de efecto invernadero en la UE han generado una carga administrativa que está asfixiando a las empresas.
A esto se suma un alto volumen de importaciones, lo que ejerce presión sobre todo el mercado siderúrgico. Por esta razón, Eurofer solicita una reducción del 50% en las cuotas de importación de productos de acero planos.
Perspectivas futuras
El futuro no parece fácil para la siderurgia europea. Los expertos señalan la necesidad de reformas estructurales y una mayor flexibilidad del sistema industrial ante las nuevas condiciones del mercado. Sin embargo, en Bruselas parece prevalecer una inercia que corre el riesgo de llevar a la deslocalización de la producción y a la desindustrialización del continente.
Como bien saben quienes trabajan en la economía real, el sector de los servicios no puede existir sin un sector manufacturero sólido. La idea de algunos políticos de la UE de depender exclusivamente del acero importado para la modernización de infraestructuras residenciales, de transporte y de energía es una ilusión que podría costarnos muy cara.
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